miércoles, 21 de septiembre de 2011

Un año D.E. (Después del Erasmus) o maneras de empeorar en la vida

Venía yo en el metro (he descubierto que es mi fuente de inspiración) después de trabajar con un sueño terrible y eso que eran las 2 de la tarde ya, dormida, con los cascos puestos a todo volumen pero atenta siempre a lo que pasa, curioseando que no cotilleando, OJO. Lo primero que me ha llamado la atención ha sido un señor mayor que muy listo él, se ha traído la silla portátil desde casa y aunque el vagón estaba lleno, con toda su paz de espíritu, ha abierto la silla y se ha sentado en el medio. Me he quedado flipando, pero en el fondo me he reído para “mis adentros” diciéndome a mi misma lo crack que era ese señor al que le daba igual todo lo que pensaran 20 o 30 personas que estaban allí. He buscado miradas de complicidad que avalasen conmigo esa gran hazaña. Ni caso, todo el mundo in “their World”.

Lo segundo que me ha llamado la atención, ha sido un grupo de estudiantes (¿de instituto?) que regresaban de clase y que se comunicaban entre ellos “a grito pelao”. Tal era su volumen de voz que pese a llevar el How deep is your love? De The Rapture a todo volumen en mi mp3 del año 3 A.C. (anteriormente a la era A.E. o Antes del Erasmus incluso) podía oír perfectamente lo que estaban diciendo: que qué rollo las matemáticas, la de geografía se había pasado con los deberes, que bien estaba el nuevo fichaje de educación física y esas cosas trascendentales en las que piensan los estudiantes cuando salen de las aulas. Y yo seguía reflexionando para “mis adentros” abducida por las jornadas de huelga que están viviendo los centros de educación pública de Madrid por los recortes de Aguirre, y me preguntaba ¿serán de instituto público o privado? ¿Habrán tenido huelga en clase hoy? Si son de instituto público, ¿Cuántos profesores menos tendrán en su centro? En fin, ellos pensando en cosas de clase y yo en cosas de mayores, como cambian las cosas…

Bueno a lo que íbamos, que me voy yo mucho por las ramas. Viendo a ese grupo mixto de hormonas andantes, he recordado que he terminado la carrera, que hace cinco años terminé bachillerato y por consiguiente, 7 que terminé la ESO. Me he sentido tremendamente mayor al lado suyo. Mirando a la vez la hora en mi reloj Casio de última generación, éstos que se llevaban hace mil años y que como se han puesto de moda están a precio de oro, he caído en la cuenta de que hoy era día 21 de septiembre y por casi me pongo a llorar. No, no estoy en esos días del mes, ni nadie se me murió en esa fecha. Este mismo día hace un año, estaba que me subía por las paredes, con un estado de nervios importante y terminando las maletas para irme a Amberes, Bélgica. He recordado todo, el momento en el que conocí a mi compañera de piso en el avión y a otra amiga que se convertiría en otro pilar importante allí. No he querido pensar mucho más, porque desde hace dos o tres meses me he prohibido a mi misma mirar las fotos y ponerme a recordar más de 2 minutos seguidos lo mucho que cambió mi vida, todo para no provocarme el llanto.

Dicen que cuando de verdad has disfrutado algo, el tiempo pasa volando. Ha tenido que ser verdad, porque algún ser omnipresente pulsó el botón FF del vídeo (o DVD) y los 10 meses que pasé allí irradiando felicidad por los poros y negándome a volver a la realidad, pasaron como pasa una escena de una peli cuando le das al mando. Ahora, un año después, no me quejo pero mi vida dista  mucho de la libertad y el libre albedrío del que disfruté en esta ciudad al norte de Bélgica.

Comparando mis preocupaciones con las de los estudiantes del instituto en el vagón, he caído en la cuenta de que a mí también me gustaría tener las suyas y no tener que pensar en las 3 horas diarias que pierdo en el transporte para ir a trabajar, en no dormirme para ir al trabajo y en asegurarme de que el despertador suene a las 6 de la mañana. No pensar en que no me han cogido en el segundo ciclo para hacer otra carrera, en que he terminado la carrera pero que no cuenta porque no me han hecho las convalidaciones del Erasmus (A ESTAS ALTURAS), en que no tengo dinero para pagarme el master que me gusta, ni tampoco para comprarme una cámara de fotos decente y aprender a usarla. Tampoco tengo tiempo para viajar, sí, echo mucho de menos ese verbo: “viajar”. He vuelto a vivir en casa de mi madre, a un pueblo de Madrid donde no se sintoniza ni la FM, se me acaba el contrato de prácticas el día 31 de este mes y para colmo, he debido engordar de 2 a 3 kilos (y no de felicidad). Por no hablar de mi estado sentimental que eso todavía da más pena que mi situación en general. Pero no, no voy a llorar. Sé que podría ser peor, pero hace un año era muy feliz también haciendo “nada”. Seguiremos informando desde el frente madrileño…


 

1 comentario:

  1. No hay que rendirse. La vida es un puto péndulo, y tenemos que estar siempre empujando para estar en la parte más alta, pero por cojones a veces estamos abajo, no queda otra. Algún día te reirás de todo esto, ya lo verás. Mucho ánimo!

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