Madrid es casa, es familia, es amigos y es el escenario principal de mi vida. Mi relación con Madrid es de amor-odio, Madrid me hace reír, me saca a bailar, me monta en metro y me invita a cañas, me junta con los amigos de toda la vida y me presenta a otros, solo que de vez en cuando Madrid me agobia, me distancia a una hora y media de autobús y metro, no para de llamarme al móvil, me llena las calles de gente y me hace vivir rápido, si vives en Madrid tienes que adaptarte o morir. Blanco o negro, los grises se quedan solo en el cielo y en el asfalto.
Madrid me envuelve en rutina y a la vez me deja escapar, tomarme vacaciones y viajar, lo malo es que luego me desordena los recuerdos o me los cambia de sitio, consigue que mi vida fuera de la ciudad se quede en un recuerdo, como si cuando volviera allí, da igual el tiempo que me vaya, lo que haya sucedido fuera de allí haya sido siempre pasado. Que estás un mes fuera, un año, lo que sea…al mes siguiente Madrid te ha vuelto a atrapar y ya estás en su juego, lo demás está de más.
No hay nada que me ate a Madrid, más que la gente y la nostalgia de volver a mis lugares favoritos, Madrid me ha visto crecer, pero creo que todavía no estoy preparada para volver. Como en una relación de pareja le pedí tiempo, un año, para pensar y desconectar, pero vuelvo y me encuentro con la rutina de la que tantas veces he huido. Digamos que todavía no nos hemos reconciliado y vernos otra vez se me hace doloroso. Por eso me voy a quedar un tiempo, ahorraré algo y le volveré a pedir tiempo, para empezar en otro sitio de nuevo y después ya volveré, porque me ha prometido que decida lo que decida no se va a mover.
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