lunes, 17 de octubre de 2011

De los creadores de “te lo dije”


Hoy, en primicia, “cuando menos te lo esperas”, la segunda frase que más odio en este mundo después de “te lo dije”. Las dos sabias, ciertas. Y por eso las odio. Son frases que rematan en un momento de bajón, de tensión y que inevitablemente, ponen la puntilla.


Pero es que “cuando menos te lo esperas” es una frase que se usa cuando no sabes que consuelo dar, y entonces la sueltas…así a la ligera sin darte cuenta del daño que haces y de la esperanza que lanzas a la otra persona cuando tú ni siquiera sabes si hay esperanza.¡Pues no lo digas y listo! Si he aprendido algo a lo largo de este tiempo es a callar cuando no se qué decir, muchas veces es mejor el silencio que el falso consuelo.


Sí, pero es que como ya apuntaba, esta frase es puñeteramente cierta, lo sabes y por eso hay veces que la sueltas excusándote en tu propia experiencia. Pero resulta que todo es psicológico, como la mayoría de las cosas en esta vida, como cuando te tomas un ibuprofeno y justo, por arte de magia, ya no hay dolor de cabeza. ¡Venga ya! Que sí, que el medicamento hace efecto pero es que se asocia la cura al milagro, y la medicina es sabia pero necesita tiempo de actuación… 


Frase cierta y puñetera, “verdadosa” por que sí, porque cuando menos me lo esperaba ha surgido el cambio, he vuelto a ser yo (o eso creo). No se desde hace cuanto tiempo, pero se que he vuelto y que estoy aquí desde hace algún tiempo. Leo las entradas anteriores del blog, casi las primeras, escritas con rabia, con dolor, luego con indiferencia y…no me reconozco. No me he reconocido, me he dado vergüenza y por casi me “automanipulo” censurando mis propias entradas. 


Pero no lo voy a hacer, porque si no aprendería y parecería que nada hubiese pasado y de los errores (de los sentimientos) se necesita aprender y como yo soy muy de la quinta de Santo Tomás, incrédula por naturaleza, voy a dejar las pruebas del crimen. No las voy a borrar, ni a releer. Las voy a dejar ahí para darme cuenta de que jamás quiero  volver a ser una persona que no soy yo, triste, víctima, que disfrazaba el dolor a base de frases sutiles. No hay tiempo para tanta tontería con tan poco tiempo de vida, solo hay tiempo para reaccionar.


Esta vida de montaña rusa que actúa subiendo y bajando cuando menos me lo espero. Ya me lo dijeron “cuando menos te lo esperes” pero es que yo confiaba poco en mi suerte (como siempre) porque todo es psicológico, y a ver si el mal fario o la mala suerte va a ser rollo mío psicológico y me acompaña porque yo me empeño en sacarla a pasear. 


Queridos amigos que habéis estado estos meses intentando sacar a la luz al proyecto de persona que soy ahora, enfatizando en mi recuperación de la suerte y de la razón afirmándome (que no sugiriéndome) que sucedería “cuando menos te lo esperas” que sí, que era verdad. Lo reconozco. Y gracias por esa falsa esperanza que al final llegó. Vale, sí, os doy permiso, que lo estáis deseando, viene sola, viene seguida, sí ya sé que además estáis pensando: “te lo dije”. 

martes, 4 de octubre de 2011

‘Longevidades’


Casi todo en mi casa es longevo, viejo, antiguo o experimentado. Mi gata es longeva, tiene 12 años humanos y desde hace algunas semanas no para de rondar por los rincones y de rebuscar entre las extremidades humanas un poco de cariño y comprensión que otros gatos no le dan. 


Mi abuela es longeva, tiene 97 años (humanos también), nació muy pronto para contar historias y para entender en qué consiste la vida del siglo XXI, con tanta red social, tanto whatsapp y tanta TDT. Lo bueno de mi abuela (la longeva) es que ha vivido tantas guerras, tantos cambios y tantas transiciones de tantas cosas que no para nunca de contar lo bien que se vivía en el Madrid de los años 20 y 30, que no en el de los años 36 al 40, esa etapa oscura que aún recuerda con miedo y escondites. Todavía se ríe a carcajada limpia con las películas de Paco Martínez Soria aunque con las de Almodóvar…psss ese es otro cantar, no le llega a tocar la fibra y lo único que le gustó de Volver, fue la canción. A mí abuela lo que de verdad le gustan son las películas con historia y de historia, donde vas Alfonso XIII, donde vas pobre de ti y toda esa ilustre cartelera de lo antiguo, de la que ponen en cine de barrio los domingos por la tarde. Es curioso, pero pese a que mi abuela sigue teniendo la cabeza como cuando tenía 50 ó 20 años, yo creo que le ha pasado un poco como a Don Quijote con las novelas de caballerías, no es que se haya vuelto loca, sino que tanta historia, tanto acontecimiento de lo social y tanto cambio creo que han hecho que su mente no llegue a asimilar demasiado de qué vamos en el 2011 o “cómo nos utilizamos”. Creo que se habría creído antes que las naves espaciales sustituirían a los coches a que un simple móvil android, una blackberry o un Iphone controlen de ese modo al ser humano. 


¿Facturas? Longevas también, desde que tengo uso de razón no he oído a mi madre librarse de ninguna. Lleva pagando toda la vida el precio “del todo”: de la luz, del agua, del gas, del gasoil, de los arreglos de los electrodomésticos, de las críticas de una gente que nunca la ha entendido, de una hija que igual en algún momento pidió demasiado y otras tantas cosas incluidas dentro del todo que seguirán cobrándole toda la vida hasta que yo tome el relevo o inicié mis propias facturas, que tenerlas, las tengo.


La mala suerte, también es longeva en mi familia. Ni grandes casas, ni grandes coches, ni grandes herencias, ni grandes marcas. Ni loterías, ni rifas, ni suerte, nunca nos ha tocado nada, ni el reintegro. Eso sí, hemos aprendido a sortear la mala suerte con tanta gracia como José Tomás sortea toros de 700 kilos.


La Thermomix debe ser de los primeros modelos que se lanzaron en España. A mí en el fondo me da igual que no sea nueva, porque mientras siga haciendo gazpacho en verano y croquetas en invierno…Los azulejos de la cocina y del baño, longevos al cuadrado, yo creo que los han cambiado antes en 10 años en la serie ‘Cuéntame’ que en los 23 que llevo viviendo yo en ésta casa, claro, horrorosos. La 'báscula de pesarse', longeva también para mi desgracia, ni se rompe ni se le gastan las pilas, se esfuerza por sobrevivir al paso del tiempo para recordarnos el daño que nos hacen los polvorones en navidad o las tartas en los cumpleaños, también nos da muchas alegrías cuando nos ponemos malas con gastroenteritis…


Pese a todo, lo longevo no es malo, es duradero, pero no por ello menos bueno. Las felicidades también suelen ser longevas, y los sueños y las persianas de las ventanas, que han salido longevas y buenas, tengo que localizar al ingeniero de estos parasoles que tan buenos nos han salido para ponerlas en mi futura casa.


Y hay muchas más cosas longevas, pero yo como tengo el sueño ligero y no longevo…lo dejo por hoy. Feliz semana de longevo verano (en Octubre).

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Un año D.E. (Después del Erasmus) o maneras de empeorar en la vida

Venía yo en el metro (he descubierto que es mi fuente de inspiración) después de trabajar con un sueño terrible y eso que eran las 2 de la tarde ya, dormida, con los cascos puestos a todo volumen pero atenta siempre a lo que pasa, curioseando que no cotilleando, OJO. Lo primero que me ha llamado la atención ha sido un señor mayor que muy listo él, se ha traído la silla portátil desde casa y aunque el vagón estaba lleno, con toda su paz de espíritu, ha abierto la silla y se ha sentado en el medio. Me he quedado flipando, pero en el fondo me he reído para “mis adentros” diciéndome a mi misma lo crack que era ese señor al que le daba igual todo lo que pensaran 20 o 30 personas que estaban allí. He buscado miradas de complicidad que avalasen conmigo esa gran hazaña. Ni caso, todo el mundo in “their World”.

Lo segundo que me ha llamado la atención, ha sido un grupo de estudiantes (¿de instituto?) que regresaban de clase y que se comunicaban entre ellos “a grito pelao”. Tal era su volumen de voz que pese a llevar el How deep is your love? De The Rapture a todo volumen en mi mp3 del año 3 A.C. (anteriormente a la era A.E. o Antes del Erasmus incluso) podía oír perfectamente lo que estaban diciendo: que qué rollo las matemáticas, la de geografía se había pasado con los deberes, que bien estaba el nuevo fichaje de educación física y esas cosas trascendentales en las que piensan los estudiantes cuando salen de las aulas. Y yo seguía reflexionando para “mis adentros” abducida por las jornadas de huelga que están viviendo los centros de educación pública de Madrid por los recortes de Aguirre, y me preguntaba ¿serán de instituto público o privado? ¿Habrán tenido huelga en clase hoy? Si son de instituto público, ¿Cuántos profesores menos tendrán en su centro? En fin, ellos pensando en cosas de clase y yo en cosas de mayores, como cambian las cosas…

Bueno a lo que íbamos, que me voy yo mucho por las ramas. Viendo a ese grupo mixto de hormonas andantes, he recordado que he terminado la carrera, que hace cinco años terminé bachillerato y por consiguiente, 7 que terminé la ESO. Me he sentido tremendamente mayor al lado suyo. Mirando a la vez la hora en mi reloj Casio de última generación, éstos que se llevaban hace mil años y que como se han puesto de moda están a precio de oro, he caído en la cuenta de que hoy era día 21 de septiembre y por casi me pongo a llorar. No, no estoy en esos días del mes, ni nadie se me murió en esa fecha. Este mismo día hace un año, estaba que me subía por las paredes, con un estado de nervios importante y terminando las maletas para irme a Amberes, Bélgica. He recordado todo, el momento en el que conocí a mi compañera de piso en el avión y a otra amiga que se convertiría en otro pilar importante allí. No he querido pensar mucho más, porque desde hace dos o tres meses me he prohibido a mi misma mirar las fotos y ponerme a recordar más de 2 minutos seguidos lo mucho que cambió mi vida, todo para no provocarme el llanto.

Dicen que cuando de verdad has disfrutado algo, el tiempo pasa volando. Ha tenido que ser verdad, porque algún ser omnipresente pulsó el botón FF del vídeo (o DVD) y los 10 meses que pasé allí irradiando felicidad por los poros y negándome a volver a la realidad, pasaron como pasa una escena de una peli cuando le das al mando. Ahora, un año después, no me quejo pero mi vida dista  mucho de la libertad y el libre albedrío del que disfruté en esta ciudad al norte de Bélgica.

Comparando mis preocupaciones con las de los estudiantes del instituto en el vagón, he caído en la cuenta de que a mí también me gustaría tener las suyas y no tener que pensar en las 3 horas diarias que pierdo en el transporte para ir a trabajar, en no dormirme para ir al trabajo y en asegurarme de que el despertador suene a las 6 de la mañana. No pensar en que no me han cogido en el segundo ciclo para hacer otra carrera, en que he terminado la carrera pero que no cuenta porque no me han hecho las convalidaciones del Erasmus (A ESTAS ALTURAS), en que no tengo dinero para pagarme el master que me gusta, ni tampoco para comprarme una cámara de fotos decente y aprender a usarla. Tampoco tengo tiempo para viajar, sí, echo mucho de menos ese verbo: “viajar”. He vuelto a vivir en casa de mi madre, a un pueblo de Madrid donde no se sintoniza ni la FM, se me acaba el contrato de prácticas el día 31 de este mes y para colmo, he debido engordar de 2 a 3 kilos (y no de felicidad). Por no hablar de mi estado sentimental que eso todavía da más pena que mi situación en general. Pero no, no voy a llorar. Sé que podría ser peor, pero hace un año era muy feliz también haciendo “nada”. Seguiremos informando desde el frente madrileño…


 

jueves, 18 de agosto de 2011

Usar el desamor para equilibrar el mundo


No, no estoy loca, realmente pienso que el desamor sirve para algo y lo he encontrado: para devolver el raciocinio al ser humano e incrementar la productividad en el mundo.
Es increíble como el corazón humano tiene la capacidad de regenerarse. De repente, pasan muchas cosas en un intervalo de tiempo que se hace muy corto: uno se ve arrollado por una tormenta de corazones rojos, sumido en una marea de emociones, experimenta un éxtasis de adrenalina hormonal, luego llega la tormenta, el naufragio, las lágrimas, la calma y el… ¿Y el qué?

Es ese “qué” de lo que me apetece hablar hoy, ese qué que cada uno lo moldea a su manera, quiero decir, lo que cada uno escoge para superar una serie de catastróficas desdichas llamadas enamoramiento o similares. Hay tantas peculiaridades de desamores como parejas que hayan existido: en el caso de S, experimenta tantos desamores al año como amores vive, y eso son muchos ya que es capaz de enamorarse tantas veces como rupturas viva, ella aplica el caso de un clavo saca otro clavo y resulta que lleva clavando y desclavando toda su vida como solución a sus catástrofes. A es diferente, después de haber vivido un gran amor, absoluto, de estos que te sobrepasan pero que no pueden ser por x circunstancias, ha decido blindarse los sentimientos pero dar rienda suelta a las pasiones, es lo que se llama ser un poco picaflor pero sin efectos secundarios. S2 vive en desamor constante, afirma que la historia no se ha acabado pero cuando te acostumbras más a los desprecios que a los aprecios ya no es enamoramiento, es sufrimiento innecesario. Otros simplemente se cierran en banda después de una ruptura y beben insecticida cuando empiezan a sentir que las mariposas vuelven a revolotear en el estómago y se concentran en lo suyo, que ya tienen suficiente, nada de buscar a alguien por el momento. Y podría continuar la lista, porque como ya he dicho hay tantos tipos como personas en el mundo.

Pero sobre todo, en lo que sí coinciden todos los tipos de desamor es en el incremento de la productividad. Me explico, al principio no es fácil y no entran muchas ganas de hacer absolutamente nada, pero luego se necesita tanta distracción que uno acaba convirtiéndose en un Leonardo Da Vinchi de la vida: lecturas, salidas con los amigos, turismo, cambiar la habitación, exposiciones, fiesta en general, toda ocupación es poca y si no la tienes, pues te la buscas. Pero es productivo, porque se vuelve a reactivar el genio dormido que estaba oculto tras la comodidad del atontamiento amoroso. Vuelve el yo racional. Que sí, que cuando uno está enamorado es más feliz y todo es de color de rosa pero el amor no da de comer, y uno deja un poco de lado sus ocupaciones por pasar más tiempo con “esa persona”. En serio, un mundo lleno de enamorados sería una catástrofe objetivamente hablando.

Por lo tanto, una persona enamorada no rinde igual que una que no lo está y el mundo necesita corazones rotos en sus mercados, para relevar a los enamorados y contar con gente racional para levantar diversas obligaciones. Y así entramos en un ciclo donde los faltos de amor se enamorarán y bajarán su productividad y entonces los ahora enamorados se desenamorarán y comenzarán a producir. Así que queridos desenamorados, pensad en positivo: el mundo os necesita y más ahora que estamos en crisis, el tiempo ya os devolverá las ganas del amor, de momento es hora de sacar al genio creativo que lo demás ya vendrá.

martes, 26 de julio de 2011

Si no existiera el metro



Si no existiera el metro (de transporte): No odiaría a la gente en hora punta, no odiaría la línea 6, no sabría valorar de verdad el valor de la calefacción, del aire acondicionado y del aire que respiro, ni de la burbuja del espacio vital. Tampoco sabría trasladar al mundo real las distancias, ni el tiempo (y mucho menos calcularlo). No sabría manejarme por la ciudad, ni tendría un mapa mental de ella en mi cabeza trazado por rectas, círculos y colores. No tendría miedo de andar cerca de la vía pensando si alguien me va a empujar, ni habría maquinado un plan sobre qué hacer si eso pasa. No miraría a los del andén de enfrente o los manchurrones de la pared o qué tipo de cosas echa la gente a las vías. Llegaría tarde siempre, que Madrid no es ciudad de autobuses: demasiados coches, taxistas chiflados y demasiados semáforos en rojo. 
Sin metro las quedadas ¿serían directamente en los sitios a los que ir? No sabría indicar a la gente por dónde ir, ni las calles correctas. Tendría la sensación de que no amortizo lo suficiente el abono transporte y mi alcalde no tendría un motivo suficiente por el que sentirse orgulloso de algo. 
No tendría un plano en cada bolso, ni lo compararía con el de otras ciudades como Londres, Moscú, Berlín, Milán, Barcelona, Bilbao, Sevilla…No tendría miedo de que las escaleras mecánicas me pillasen los pies cuando llevo chanclas, y no me preguntaría todos los veranos a mí misma si el que está debajo del todo en las escaleras me ve algo cuando yo estoy arriba y llevo vestido/falda. No habría asimilado tan bien los conceptos “higiene en verano”, “los altavoces de los móviles deberían estar prohibidos para devotos de camarón, el barrio, chundi chundi o reggaeton”, “dejen salir antes de entrar”, “si vas en las escaleras mecánicas por la derecha esperas y por la izquierda avanzas”, “la duración indicada de los trasbordos es mentira”, “atención estación en curva: al salir tengan cuidado para no introducir el pie entre coche y andén”, “pilla una posición cómoda en la barra al agarrarte” etc.
No descubriría libros nuevos, ni confirmaría si efectivamente uno de ellos se ha convertido en best-seller. No me habrían robado aquel móvil nuevo, ni me habría quedado dormida en la línea 6 tres horas y media dando vueltas aquel día de Halloween. 
No me enamoraría 20 veces al día, ni me inventaría historias de la gente, ni tampoco podría pegar la oreja para enterarme de lo que le ha pasado a fulanita de tal. No me habría estudiado miles de cosas de los apuntes antes de ir a un examen, ni habría conocido al violinista de ciudad universitaria que me alegraba las mañanas al tocar Starwars o la sirenita, ni habría conocido los miles de instrumentos raros que existen en el mundo. Si no existiera el metro, no existiría esta entrada y habría anulado esta parrafada inmensa.
Hasta aquí mi disertación estúpida escrita y sin bibliografía complementaria. Sólo me apetecía compartirlo.

miércoles, 6 de julio de 2011

Madrid. El eterno retorno

Madrid es casa, es familia, es amigos y es el escenario principal de mi vida. Mi relación con Madrid es de amor-odio, Madrid me hace reír, me saca a bailar, me monta en metro y me invita a cañas, me junta con los amigos de toda la vida y me presenta a otros, solo que de vez en cuando Madrid me agobia, me distancia a una hora y media de autobús y metro, no para de llamarme al móvil, me llena las calles de gente y me hace vivir rápido, si vives en Madrid tienes que adaptarte o morir. Blanco o negro, los grises se quedan solo en el cielo y en el asfalto.
Madrid me envuelve en rutina y a la vez me deja escapar, tomarme vacaciones y viajar, lo malo es que luego me desordena los recuerdos o me los cambia de sitio, consigue que mi vida fuera de la ciudad se quede en un recuerdo, como si cuando volviera allí, da igual el tiempo que me vaya, lo que haya sucedido fuera de allí haya sido siempre pasado. Que estás un mes fuera, un año, lo que sea…al mes siguiente Madrid te ha vuelto a atrapar y ya estás en su juego, lo demás está de más.
No hay nada que me ate a Madrid, más que la gente y la nostalgia de volver a mis lugares favoritos, Madrid me ha visto crecer, pero creo que todavía no estoy preparada para volver. Como en una relación de pareja le pedí tiempo, un año, para pensar y desconectar, pero vuelvo y me encuentro con la rutina de la que tantas veces he huido. Digamos que todavía no nos hemos reconciliado y vernos otra vez se me hace doloroso. Por eso me voy a quedar un tiempo, ahorraré algo y le volveré a pedir tiempo, para empezar en otro sitio de nuevo y después ya volveré, porque me ha prometido que decida lo que decida no se va a mover. 

miércoles, 29 de junio de 2011

Rebeldía

Como lo oís, estoy rebelde. Hacía mucho que no me pasaba pero ha llegado el día (más bien la semana) y es que después de montar el paripé, graduarme por todo lo alto, hacer llorar a mis padres de emoción y yo llorar con mis amigos por lo mismo, pegarme la fiesta mayor por un título que aun no tengo, pillar vuelos de último hora, hacer y deshacer maletas, pasar apuntes, etc. Pospongo mi último examen del año, mi último examen aquí en Amberes y es más, mi último examen de la carrera, paso los apuntes, los pongo en la mesa y… ¡no me da la gana estudiarlos! Ellos me miran…pero yo no los miro a ellos porque no me funciona la presión, y no es sólo el hecho de que estén en inglés y que sean 40 páginas, y que no entienda ni la mitad de las cosas porque son teorías que no entiendo, nombres que no ubico y características que no memorizo, es que mi yo rebelde no quiere estudiar. Leo por compromiso y subrayo por obligación, actúo delante de ellos y al otro lado del teléfono (donde está mi madre preguntando) y miento bien.
¡Pero qué narices! Si nunca había estudiado el último examen, esta vez diréis: anda que para una asignatura que te queda bien que te puede motivar la idea de acabar, pues NO. A 4 días de que se me termine mi Erasmus lo que menos quiero es estudiar, y por eso he salido a pasear, he disfrutado, me he despedido noche tras noche, persona tras persona en Ossenmark (la plaza Erasmus por excelencia) y no, no me arrepiento. Al fin y al cabo el balance ha sido bueno y siempre me quedará septiembre. Lo único que me he estudiado esta semana han sido las fechas de partida de la gente, sus últimas palabras de agradecimiento en las redes sociales y sus caras, y eso es lo que importa, eso y la estampa de esta ciudad que me ha acogido durante tantos meses y que ha hecho que me ha hecho pasar uno de los mejores años de mi vida.
Ahora voy a seguir haciendo como que estudio, no vaya a ser que se enfaden mis apuntes…Preveo una larga noche de estudio universitario, como las de antes, con mucho tabaco y mucho red bull, para no olvidar las viejas tradiciones que inicié hace tantos años. O igual no…

sábado, 25 de junio de 2011

Explicaciones

Según la RAE, la palabra explicar significa justificar, exculpar palabras o acciones, declarando que no hubo en ellas intención de agravio o dar a conocer la causa o motivo de algo o llegar a comprender la razón de algo, darse cuenta de algo. En definitiva y quitando el significado de “explicar en cátedra o explicar materia”, los tres significados citados antes vienen a expresar que una explicación sirve para esclarecer el porqué de algo. Y es que es eso, el ser humano (o la mayoría) nos pasamos la vida pensando continuamente, que está muy bien pero es agotador…Queremos saber el porqué, el cómo, el cuándo y el dónde de las cosas, los hechos…necesitamos saber y por eso, cuando existe una laguna en ese “pensamiento continuo” nos refugiamos en las explicaciones.
La explicación no viene sola, la preceden verbos como pedir, dar, recibir, exigir o deber. Y preferimos recibirlas que darlas, porque cuando las recibes partes de la ignorancia y de la curiosidad: ¿Por qué he suspendido? ¿Por qué me has dejado? ¿Por qué me has mentido? etc. pero cuando tienes que darlas,  eres tú el que sabe porqué ha suspendido, porque le/la quieres dejar o porque has mentido, y eso no te gusta porque no eres tú el que tiene curiosidad.
Hay explicaciones obligadas, buenas, malas, inventadas, explicaciones que duelen, explicaciones que te alegran, explicaciones que reconfortan…y hay explicaciones que te dejan como estás, que se quedan en “intento de” y son las peores, porque después de todo no llegas a una conclusión clara, no te devuelven el equilibrio, ni la paz que esperas sentir cuando las comulgas. Al principio sientes un ligero alivio, pero luego al cabo de un rato, unas horas o unos días, llegas a la conclusión de que no puedes resumir una idea principal porque no la hay, no te la han dado o no está clara. También hay explicaciones que no quieres asimilar o entender y esas tampoco son de las mejores...
Es muy fácil (y muy cómodo) vivir en la ignorancia, incluso muchas personas son muchos más felices siendo ignorantes de palabra y pensamiento, pero a estas alturas de la vida, es muy difícil que una persona no se pregunte el por qué de las cosas, dar sentido y completar las piezas del puzzle. Yo de momento voy a seguir dándolas y pidiéndolas.
No se si mi explicación ha quedado clara. 

jueves, 23 de junio de 2011

Ballet


No estaba incluido en mi lista de últimas cosas que hacer en Amberes, ni en mi lista de cosas que hacer a corto plazo, pero cuando los planes surgen, surgen. Ayer fui a ver al Royal Ballet of Flanders. La verdad es que hacía mucho tiempo que no iba al ballet y no sabía si iba a aguantar 2 horas viendo un espectáculo en el que no hay letra, donde la historia se cuenta a través del baile. Mejor así, porque si hubiese sido teatro, habría sido en flamenco y no habría entendido nada, pero gracias a Dios la danza es un idioma universal.
Onegin fue la obra representada, una historia que como decía una de las directoras del ballet, se hace cercana (aunque sea lejana en el tiempo por que está inspirada en la ópera de Tchaikovsky del mismo nombre y en un poema narrativo del siglo 19 de Alexander Pushkin) porque habla de sentimientos de hoy en día: amor, desamor, juego, muerte…
Los cuatro personajes principales eran bailarines de diversas nacionalidades, el protagonista Onegin, Wim Vanlessen es belga, el mejor amigo de Onegin, el americano Wei Chen y por último las dos chicas, Aki Saito y Yurie Matsuura, japonesas.
El resto del elenco también contaba con españoles, argentinos, cubanos, americanos…Pero sin duda, la gran sorpresa fueron las japonesas, en especial Aki Saito, que supo transmitir a la perfección los sentimientos de rabia, amor, desamor, desolación subida a unas puntas imposibles y volando por todo el escenario.
Otro de los aspectos positivos que destaco de la obra son el vestuario y la escenografía, porque a pesar de que el Ballet cuenta con poco presupuesto (recibe muy pocas subvenciones), sabe aprovechar lo que tiene y ayer lo demostró con rápidos cambios de escenario sencillos pero eficientes, jugando con maestría con la iluminación y con el mismo telón semitransparente que jugaba a separar diferentes escenas. ¡Bravo!
Sorpresa sí, porque en pleno 2011 hablar de ballet ya no suena tan elitista y aunque muchas veces las obras que se representan son clásicas (como la de ayer) y sin diálogo, las historias son las historias y los sentimientos universales se pueden descodificar en cualquier lengua.
Lo dicho, yo voy a seguir tachando cosas de mi lista que el tiempo aprieta. ¡Buen jueves! 

martes, 21 de junio de 2011

domingo, 19 de junio de 2011

Confusión

Transiciones y fines de etapas: “Vértigo, que el mundo pare” como diría Ismael Serrano. Llevo cosa de un mes dándole vueltas a la cabeza, con un “principio de incertidumbre” que no me deja dormir. Demasiadas últimas cosas, demasiados finales y sentimientos encontrados, demasiadas clausuras de golpe y porrazo.

Cuando eres una persona a la que le gusta tenerlo todo controlado siempre, la duda y el qué vendrá te reconcomen por dentro y no es que no quieras avanzar, sino que te agarras tanto a los recuerdos, a las viejas felicidades que eres tú mismo el que no te está dejando evolucionar: ¿miedo?, ¿pena? Intentas ser fuerte, dar sentido a cada cosa para poder archivarla y pasar página, intentas asimilarlo, te sientes con ganas, con ánimo, pero de repente tropiezas, te caes y bum! La montaña rusa te ha dejado debajo de nuevo, y te sientes sola (sin estarlo), y te crees desgraciado/a (sin serlo), empiezas a escuchar canciones que no hacen más que provocarte el llanto para expulsarlo adrede, como si fueras una bulímica de los sentimientos, porque crees que si lo sueltas todo de golpe los dolores de estómago, cabeza y corazón se irán, como cada una de las etapas que cierras. Oyes consejos pero no los escuchas, lo intentas… pero no te sale, te obligas a ti misma a sonreír. Intentas retroceder en el tiempo y te preguntas ¿Dónde está mi yo de antes que tanto molaba y quién es ésta pesada en la que me he convertido que no para de dar el coñazo y de preguntar por qué todo el rato? CONFUSIÓN.

No es que el miedo y la confusión sean nuevos, es que hacía tiempo que no te acordabas de lo que era dar carpetazo a algo y ahora se lo tienes que dar a los sentimientos, a la carrera y al Erasmus y no puedes hacerlo por orden. Pero shhhhhh como diría Paulo Coelho: Maktub, “estaba escrito”. Así que de momento no te anticipes, no cierres las carpetas viejas aun porque tienes que ser selectivo y porque cada una de ellas quieres que tenga el mejor final. ¡Ah! También ve preparando las nuevas y elígelas de colores vivos que aunque no sepas de que las vas a llenar, el primer paso ya lo has dado, que es saber que quieres abrirlas.





sábado, 18 de junio de 2011

Eliminando de la lista



Las vistas desde la azotea del MAS, ver un atardecer/amanecer desde el puerto, mandar un mensaje en una botella. Hecho. 

viernes, 17 de junio de 2011

El principio del fin

Dentro de 5 días hará 9 meses que llegué de Erasmus a Amberes. Sin mucha idea de dónde me iba exactamente (sabía que estaba allá por el norte de Bélgica en la región flamenca y había visto algunas fotos) ni que me iba a deparar el destino, resulta que ahora me quedan unos 20 días de estar aquí, en una ciudad de la que inevitablemente me he enamorado…Me había prometido a mí misma no contarlos, no hacer una cuenta atrás, no tachar los días en el calendario, pero mi yo racional no me lo ha permitido. Después de experimentar una primera fase de NEGACIÓN: queda tiempo, no lo quiero pensar aun, ahora me encuentro en fase de APURAR Y APROVECHAR: no me queda tiempo, hay que disfrutar, y me paso todo el día haciendo una lista de “últimas cosas” por hacer que al principio contaba con pocos puntos y a la que cada día voy añadiendo más y más sin ser consciente de que la relación actividades-tiempo no se corresponde. Lo peor no es solo la despedida de una ciudad, es la despedida de muchos nombres, pero el fin es solo el principio y en esta entrada todavía no cabe la tristeza, porque aun estoy en fase dos, en APROVECHAR. De momento me he prohibido pensar en las siguientes fases.

miércoles, 15 de junio de 2011

¡Bienvenidos!

Crear un blog, perder el miedo a escribir y a compartir, contar experiencias sin ánimo de lucro. Escribir para no olvidar, releer y renegar del trabajo. Escribir con ciencia y con conciencia pero sin pensar demasiado para que no suene forzado y no caer en estereotipos e historias manidas. No voy a prometer historias de Pulitzer, ni grandes artículos, ni siquiera sé si voy a darle algún tipo de continuidad, solo ofrezco historias y reflexiones de a pie siempre bajo el prisma del buen humor y la sinceridad. Parafraseando a Anna Politkovskaya, periodista rusa y activista por los derechos humanos, “Yo sé quién soy, vivo el presente y cuento lo que veo”.